Sería sordo y ciego quien esté ante un hombre, un pueblo y no perciba la aflicción o escuche el clamor de un corazón oprimido. Todo hombre conoce el bello sufrimiento (no siempre enfrentados) de ser un ahnelo, de existir, pero no estar aun en posesión de una plenitud, que aun no podemos definir, pero sabemos nos corresponde. Eso somos, un pobre soñador, consciente de nuestros límites, pero no pudiendo acallar nuestras ansias de libertad. Tan fuerte es este gemido que llego a los oídos de Dios. Cómo no lo va a escuchar si él mismo es quien nos regaló un corazón parecido al suyo. El sabe cuál es nuestro destino, sabe que implica sufrimiento, pero en su misteriosa sabiduría cree que aún así vale la pena y está dispuesto a compartir nuestra suerte, a involucrarse, para que nuestras ansias y ahnelos sean posibles.
Para emprender un camino de libertad no es suficiente querer liberarse de algo o de alguien, hace falta un motivo que cautive, que enamore, que sea capaz de absorber todo lo que implicará esa aventura, esa interperie. Solo un encuentro, solo la libertad de poder amar y ser amado, será capaz de sostener la marcha, de no claudicar ante la adversidad, y de no desesperar en los largos tiempos de espera y soledad.
(Padre manuel pascual)