viernes, 3 de julio de 2009

Cristo llama a participar en su misión

El papel que la persona debe desarrollar durante su vida constituye su propia misión. Para esta ha sido llamado el hombre a la vida. Ser llamado a la vida significa por eso mismo ser llamado a llevar una misión. Vocación es, pues, misión como colaboración responsable a los designios de Dios Amor.



En la revelación del Antiguo Testamento, Dios llama para emprender una misión que es colaboración en la historia salvífica. Las personas llamadas son sabedoras, al menos de un modo genérico, de que su vida esta ligada al porvenir de la comunidad humana y, concretamente, de todo el pueblo de Dios.



Esta dimensión misionera de la propia vida llega a su máxima expresión en la vocación a la fe y al encuentro con Cristo. La llamada de "cambio" o de conversión, que se convierte en configuración o "bautismo" en Cristo. El hombre, creado a imagen de Dios Amor, ha sido llamado a ser "gloria" o manifestación efectiva de los designios salvíficos de Dios en Cristo y del pueblo de Dios, o la Iglesia, que debe abrazar toda humanidad.




Por el hecho de ser llamados al encuentro con Cristo, el cristiano se hace responsable de transmitir a los demás lo que él ha recibido. Este es el mejor modo de agradecer su fe. Ser miembro de la Iglesia significa participar de su naturaleza misionera, "sacramento universal de salvación".



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