En la revelación del Antiguo Testamento, Dios llama para emprender una misión que es colaboración en la historia salvífica. Las personas llamadas son sabedoras, al menos de un modo genérico, de que su vida esta ligada al porvenir de la comunidad humana y, concretamente, de todo el pueblo de Dios.
Esta dimensión misionera de la propia vida llega a su máxima expresión en la vocación a la fe y al encuentro con Cristo. La llamada de "cambio" o de conversión, que se convierte en configuración o "bautismo" en Cristo. El hombre, creado a imagen de Dios Amor, ha sido llamado a ser "gloria" o manifestación efectiva de los designios salvíficos de Dios en Cristo y del pueblo de Dios, o la Iglesia, que debe abrazar toda humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario